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jueves, 2 de mayo de 2019

Las carreras de cintas a caballo.

Un festejo de raíces medievales, auténtico patrimonio cultural inmaterial que va desapareciendo en el Campo de Cartagena, siendo Pozo Estrecho y Dolores de Pacheco bastiones que resisten. Toca campaña de recuperación entre asociaciones, peñas, comisiones de fiestas y ayuntamientos. También clubs hípicos.

Los autores coinciden en el origen medieval de las carreras de cintas a caballo, pues los torneos formaban parte de las fiestas cortesanas, cívicas e incluso populares de Europa, tanto por su condición de magnífico espectáculo como por suscitar la sociabilidad y ser ámbito perfecto en el que los caballeros ejercían y mostraban sus habilidades. No cabe duda que de entre estas recreaciones de armas, como eran los torneos, las justas o los alardes caballerescos, será el juego de la sortija la competición que guarde mayor semejanza con las actuales cintas a caballo. Consistían en lanzar el caballo a galope con dirección al lugar donde pendían dichas sortijas con el objetivo de ensartarlas con la lanza que portaba el participante.

Todas estas manifestaciones suponían un entrenamiento para la guerra y en nuestra zona sirvieron para prepararse ante las numerosas eventualidades que provocaban en nuestro territorio los ataques de los piratas norteafricanos, así como las incursiones procedentes del reino nazarí de Granada, antes de su caída en 1492.

La prensa regional expone numerosos ejemplos de estos ejercicios que ya entre los años 1894 y 1902, periodo estudiado por Muñoz Zielinski, ofrecían una nueva significación: un juego de cortejo amoroso, un rito de paso para el mocerío y una cita ineludible en las fiestas patronales del lugar. Nos llama la atención que ya por entonces comenzaban en algunos sitios a ser sustituidos los caballos por las bicicletas y en otros simplemente se alternaban. A partir de los años 50 del siglo XX irrumpirán las motocicletas como vehículo de moda entre los otrora caballistas, razón unida a la menor disponibilidad de equinos ante el avance de la maquinización de las labores agrarias.

Incluso las celebran los niños que las corren sobre una caña, a veces en uno de sus extremos rematada por una cabeza de caballo de cartón.

Lamentablemente, en la mayoría de las poblaciones desaparecieron hace muchas décadas todas las modalidades. Según nuestras pesquisas, en el momento presente constituyen Pozo Estrecho y Dolores de Pacheco de los últimos enclaves en mantenerlas. En La Unión, sólo se disputan en moto.

Carrera de cintas a caballo (Foto: Manuel Muñoz Zielinski)


El mapa actual

Los casados no podían participar, no ya por los supuestos celos de la esposa, ya que el ganador besa a una de las mozas que en el palco componen la corte de honor, popularmente conocidas sus integrantes en la comarca como las 'presidentas'. La muchacha le impone, cogido con alfileres, un enorme pañuelo de seda bordado con motivos florales de vistosos colores.

Ciertamente, la situación es lamentable como veremos en una apretada y poco exhaustiva relación del estado de la cuestión en distintas entidades de población. Mapear toda la comarca sería una rigurosa labor de investigación que excede la pretensión del artículo presente para aventuramos que han desaparecido de la mayoría de programas festeros en las últimas décadas.

La sociedad campesina que acogía estas carreras se ha venido transformando aceleradamente con profundos cambios que afectan a dimensiones fundamentales como la economía, la sociedad y la cultura.

Los campesinos han pasado a convertirse en empresarios agrícolas, empleando en la acometida de sus funciones las más modernas técnicas de la gestión y el uso de las últimas herramientas tecnológicas. Los obreros ya no se parecen a aquellos jornaleros de antaño, son trabajadores de una gran diversidad étnica y cultural procedentes en su mayoría del norte de África y América del Sur, pues como manifestó un empresario: «Los españoles ya no saben trabajar la tierra o no aceptan los bajos salarios». Se ha perdido el apego a la tierra de la sociedad tradicional.

Pero junto a ese fenómeno de disolución del mundo campesino tradicional, observamos cómo se reivindican elementos culturales que hace unos pocos años fueron minusvalorados y que ahora se presentan como señas de identidad comarcales. Pensemos en los mencionados molinos de viento, las escenificaciones de labores desaparecidas como la trilla, la fiesta de la trashumancia en El Algar (Cartagena), o la creación de museos etnográficos en las localidades de Los Puertos de Santa Bárbara (Cartagena) y Roldán (Torre Pacheco).

En definitiva, un mundo más imaginado que vivido, antes rechazado, que no responde ya a la realidad presente pero que en gran medida se presenta como idílico, virtuoso e incontaminado. Asistimos al uso de algunos rasgos del pasado que se emplean en marcos económicos, sociales y culturales que ya nada tienen que ver con los originarios, siguiendo procesos de patrimonialización que protagonizan personas que, en la mayoría de los casos, ya no viven de la agricultura.

Se persiguen objetivos tales como el desarrollo del turismo rural, la reivindicación de una cultura propia. Y por qué no decirlo, a unos y a otros les mueve, en gran medida, la nostalgia de un tiempo ligado a la infancia y los valores estéticos que encierra la carrera.

La tradición renegociada

El caso más sorprendente lo presenta Pozo Estrecho, donde la carrera ha cambiado de fechas, pasando de las fiestas patronales de enero, en honor a San Fulgencio, a las fiestas de primavera denominadas Campo, Música y Flores, que desde hace 30 años justos tienen lugar durante el mes de mayo y parte de junio.

Nos comenta el pintor y fotógrafo Javier Lorente acerca de los elementos contemporáneos injertados en el tronco antiguo: «Unos años los jinetes las corren de pie sobre las monturas, especialmente si vienen corredores veteranos, que cada vez son menos, permitiéndose en ocasiones que lo hagan sentados. Hace tiempo que se rompió el tabú de que debían participar sólo solteros porque en ocasiones se suman casados. El año pasado incluso corrieron hasta dos chicas. Algo inusual».

Javier destaca que se trata de una adaptación de la tradición a los tiempos actuales para que no se pierdan. El objetivo se cumple.

Quizá poco importe si se inventan o recrean elementos patrimoniales para sostener una identidad compartida. Acaso el turismo rural no ha provocado invenciones o innovaciones para dinamizar un determinado tejido económico y cultural en la cuerda floja.

Autor: José Sánchez Conesa.

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