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martes, 15 de diciembre de 2015

Entrevista a Pedro Obradors Rosique, presidente de la Junta Vecinal de La Palma.

Pedro Obradors (Cartagena, 1953) es un hombre de costumbres. Desayuna en el mismo bar del centro los días que se ocupa de asuntos de la Junta Vecinal de La Palma, que preside por sexta vez en representación del Partido Popular. Y aplica a su gestión la misma serenidad que, según él, ha guiado la trayectoria de la localidad desde hace veinte años. «Yo nunca he hecho lo que me ha dado la gana, siempre he respondido a lo que me pedían los palmesanos», asegura.

¿Se sienten maltratados por los impuestos que pagan en relación a los servicios que reciben?

La Palma se siente cartagenera y solidaria. No miramos si en la calle Mayor se hacen más cosas o si en otras zonas pagan menos impuestos. Somos reivindicativos cuando es necesario, pero no con caceroladas. No lo hicimos ni cuando pedíamos un nuevo instituto de Secundaria.


Sin embargo, sí ha habido históricamente un grupo separatista.

Sigue existiendo. Son unos 50 y ahora están bastante callados. Creo que se han dado cuenta de que la mayoría del pueblo no quiere ayuntamiento propio sino mejorar las cosas que son necesarias. Un ejemplo es el polígono industrial, que necesita nuevos accesos.


¿Cuáles?

Uno, en concreto, desde la salida de la autovía Cartagena-Vera, que pasa por un camino de los regantes. Estamos intentando que la Administración regional haga una verdadera entrada por ahí, que integraría el polígono en la ruta de mercancías del litoral mediterráneo.


¿Tiene opciones de crecer?

Lo que queremos es consolidarlo. Costó mucho ponerlo en marcha hace quince años. Me acuerdo cómo Ricardo Fuentes compró los 50.000 metros cuadrados que faltaban para instalar su factoría de productos del mar y completar 150.000. De 50 empresas se ha pasado a 80 de todos los sectores: alimentación, fitosanitarios y productos agrícolas, mecánica y mecánica del automóvil... Incluso han puesto un tanatorio.


Le falta una discoteca para ser cómo el de Cabezo Beaza.

Pues no, no hay discoteca. Es más, la falta de ocio nocturno es algo que siempre se ha comentado en el pueblo, a diferencia de lo que pasa, por ejemplo, en Pozo Estrecho. Y cuando algún empresario ha abierto un local de ocio, no ha cuajado.


¿Los jóvenes se marchan si no tienen opciones?

No. La población se mantiene estable en unas 5.000 personas. En los últimos tiempos se han ido algunos inmigrantes, pero tampoco muchos, porque aquí no se construyeron tantas viviendas como en otros sitios de alrededor. Esto ha evitado también que se creen bolsas de marginación con parados del sector inmobiliario.


Decía usted que están contentos con las infraestructuras que tienen.

Sí. Tenemos un pabellón deportivo, un centro de salud casi nuevo, un instituto reciente y un colegio en el que se sustituirán las aulas prefabricadas por clases de verdad el próximo curso, según la Consejería. Hay pequeñas cosas que hacer, como una plaza junto a la calle Ricardo Bellver, y alguna zona deportiva al aire libre. También hace falta una glorieta en el acceso de la carretera F-36 para entrar al caserío de Fuente Amarga.


¿Y qué hay de los servicios?

Ahí, amigo, sí hay algún problema. Necesitamos un servicio mejor en parques porque hay dos docenas, la mayor parte pequeños, que necesitan jardinero. Y la limpieza no llega a las afueras y la gente se queja. Con el autobús estamos contentos. Incluso harán una parada para dar servicio a la Finca Tomás Ferro de la UPCT.


¿Y la seguridad?

Nos gustaría tener más cobertura de la Guardia Civil, que ahora viene de El Algar. Porque han entrado hasta en el cementerio a llevarse lo que pudieron de las tumbas. Incluso han quitado las placas de bronce de monumentos de la plaza de la iglesia de Santa Florentina.


¿Por qué no eliminan de una vez el paso a nivel de la línea férrea?

Ni idea. Fomento hizo los preparativos de la obra, pero nunca la comenzó. Y es el único de la línea del Campo de Cartagena que queda.


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