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sábado, 9 de febrero de 2019

Entrevista a Pedro Diego Pérez Casanova.

Pedro Diego Pérez Casanova, natural de La Palma (Cartagena), es uno de esos pocos locos que se han atrevido a dedicarse exclusivamente a pintar. Muchos de sus compañeros optaron por la docencia, por temor al riesgo que conllevaba vivir del arte. Pero no podía olvidar aquel flechazo que sintió con sus primeras pinceladas y su empeño no cesó hasta conseguirlo. Paisajes, bodegones, desnudos y retratos conforman ahora la larga lista de piezas del artista, quien ha recibido numerosos premios en el panorama nacional. La cartelería tampoco se le resiste y de nuevo, este año, vuelve a dar vida al cartel del Concurso Nacional de Saetas de Cartagena.

  • Es la sexta ocasión que pinta el cartel del concurso de saetas. ¿Cómo logra sorprender al público?
Con el primer cartel es más sencillo, pero conforme pasan las ediciones se complica y las ideas tienden a ser similares. Por eso, el tema tiene que abordarse de manera diferente. Por ejemplo, este año el cantaor no aparece, haciendo alusión simplemente a la noche saetera, pero no con todos sus elementos. Representa un micromomento de esa noche.

  • ¿Cómo se inspiró para ello?
Para diseñar un cartel es necesario documentarse acerca del tema que se va a tratar. A diferencia de la pintura, en cartelería hay que pensarlo, meditarlo... Se trata de una visión sintética condensada de lo que quieres representar, un grito en la pared. Que sea de fácil lectura. Por el contrario, una pintura se hace libremente, hago lo que me da la gana, lo que siento en ese momento, lo que despierta en mí belleza.

  • ¿Cómo es embarcarse en una obra pictórica?
Es como hacer un viaje incierto. Ya sea virtud o defecto (o ambos), soy perfeccionista, por lo que le dedico muchas horas a cada una de las obras y uno nunca se siente del todo satisfecho. Si me gusta mucho el resultado, le sigo dando mil vueltas e incluso intento desintoxicarme durante un tiempo para no perder la perspectiva. Y lo esencial es captar la emoción que te despierta al verla por primera vez.

  • Le definen como «el pintor de la luz y el color». ¿Cómo describe usted tu estilo?
Me siento tremendamente atraído por la luz, como una polilla, y juego con ella en muchas de mis obras, pero no exclusivamente es el 'leitmotiv'. Lo que sí busco en cada obra es que tenga un planteamiento pictórico. No es copiar una fotografía, porque eso es competir con la técnica y eso no tiene fundamento. Sí me inspiro en la realidad y en esa instantánea. De lo que veo me quedo con su esencia. Es una forma de ver el mundo.

  • ¿Cómo descubrió que quería ser pintor?
Con cinco años ya llevaba un lápiz en la mano a todas partes y un par de años después, me hice con el primer premio de un concurso de dibujo. Pero no fue hasta los 17 años cuando me di cuenta de que mi aspiración era vivir de la pintura. Quería estudiar Bellas Artes, pero al no estar en Murcia, me decanté por cursar Diseño Gráfico.

  • ¿Cómo lo consiguió?
Después de la mili, lo fui retomando poco a poco, en mi tiempo libre y compaginándolo con el negocio familiar, hasta que comencé a dedicarme solo a la pintura. Sabía que lo primero que tenía que hacer era entrar en los circuitos artísticos y, consciente de la dificultad, la única manera que se me ocurrió para que se fijaran en mí fue presentarme a concursos. Así es como las galerías comenzaron a hacerme ofertas y logré abrirme un hueco en el sector. Es cierto que tienes que asumir muchos riesgos, es un mundo difícil, pero no menos que otro cualquiera. Influyen, además, muchas circunstancias, como estar en el lugar y momento indicados. ¡Y también dar con un buen marchante!

  • ¿En qué proyectos trabaja ahora?
Vuelvo al sur de Suecia con dos exposiciones individuales en abril y octubre, y en Estocolmo participo en otra junto a varios autores, y en Dinamarca... En ellas el público podrá ver diferentes paisajes de todo tipo destacando, sobre todo, elementos arqueológicos como las ánforas.



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