El pasado 30 de octubre pronuncié una charla para alumnos del IES Cartago Spartaria de La Palma sobre las relaciones y paralelismos de la celebración celta de Halloween con nuestras tradiciones de ánimas. Charla que repetí al día siguiente en el IES Gerardo Molina de Torre-Pacheco. Agradezco la atención mostrada por el director Loren Paredes y la profesora Inma Sánchez Conesa, hermana mía, del instituto palmesano y de Pedro Bernal, jefe de Actividades Extraescolares de IES pachequero, así como de las profesoras Águeda Sánchez Conesa, otra hermana, y Carmen Rosa.
El regreso de las almas
Nuestros abuelos creían que las almas o ánimas de los difuntos regresaban por unas horas a la tierra, en concreto la noche de Todos los Santos al día de Ánimas, buscando el calor del hogar que antaño ocuparon. Noviembre antes era un mes frío, de hecho se estrenaba ropa de invierno en el día de Todos los Santos. Las mujeres de la casa preparaban la cama de invitados, siempre había una desocupada, a la que se cambiaban las sábanas para que los espíritus familiares la encontraran a su gusto. Ese dormitorio permanecía en penumbra ya que la única iluminación consistía en unas mariposas de luz frotando sobre el aceite y el agua en el tazón de las sopas, sobre la mesilla de noche. Apenas se entraba para no perturbar el descanso de las almas y se evitaban a toda costa los ruidos. Hasta hace poco pensaba ingenuamente que esta costumbre quedaba relegada sólo a ancianas de pueblo y cuál fue mi sorpresa cuando pronunciando conferencias en Cartagena ciudad que encontré a muchas señoras de 50 y 60 años que la mantienen por fidelidad familiar, porque ayudaban desde niñas a sus madres en dicho ritual. Conozco personalmente a una licenciada universitaria de unos 35 años de edad que participa de todo esto.
El regreso de las almas
Nuestros abuelos creían que las almas o ánimas de los difuntos regresaban por unas horas a la tierra, en concreto la noche de Todos los Santos al día de Ánimas, buscando el calor del hogar que antaño ocuparon. Noviembre antes era un mes frío, de hecho se estrenaba ropa de invierno en el día de Todos los Santos. Las mujeres de la casa preparaban la cama de invitados, siempre había una desocupada, a la que se cambiaban las sábanas para que los espíritus familiares la encontraran a su gusto. Ese dormitorio permanecía en penumbra ya que la única iluminación consistía en unas mariposas de luz frotando sobre el aceite y el agua en el tazón de las sopas, sobre la mesilla de noche. Apenas se entraba para no perturbar el descanso de las almas y se evitaban a toda costa los ruidos. Hasta hace poco pensaba ingenuamente que esta costumbre quedaba relegada sólo a ancianas de pueblo y cuál fue mi sorpresa cuando pronunciando conferencias en Cartagena ciudad que encontré a muchas señoras de 50 y 60 años que la mantienen por fidelidad familiar, porque ayudaban desde niñas a sus madres en dicho ritual. Conozco personalmente a una licenciada universitaria de unos 35 años de edad que participa de todo esto.
Evitar los malos espíritus
Para que los malos espíritus no entraran en la casa se tapaban los cerrojos de las puertas, lo que fue derivando en una costumbre de galanteo porque los mozos, en esa noche, buscaban las viviendas de las mozas casaderas para taparles el cerrojo con barro, yeso, excrementos de animales y recientemente me contaban en Roldán, pedanía de Torre-Pacheco, que con silicona. Era noche de travesuras y así en La Puebla de Cartagena los jóvenes cambiaron hace unos años las señales de circulación provocando un cierto caos del tráfico automovilístico. En La Palma me contaron personas pertenecientes a varias generaciones, que hoy cuentan 90, 70 y 57 años, que ellos tallaban calabazas y melones para transformarlas en lo que hoy día nos llega por el Halloween televisivo. Portando las calabazas iluminadas, un espectáculo inquietante, marchaban a la puerta del cementerio a las doce de la noche y paseaban por el pueblo para asustar muchachas. Curiosamente esta actividad de “hacerle los ojos, la nariz y la boca a la calabaza” e introducirle una vela dentro se perdió por estos pagos a comienzos de los años 70 para recuperarse en los 80-90 de la mano de los americanos y su industria del entretenimiento. Pero esto de la calabaza no era exclusivo de nuestra tierra, testimonios similares encontramos en Aragón o en Galicia.
Por un reportaje de la 7 TV Región de Murcia, del que era responsable el infatigable Tomás García, supe que en los años 40 y 50 los niños de la huerta visitaban en grupo a sus vecinos, puerta a puerta, para ser agasajados con castañas asadas, tostones o boniatos. Por supuesto que no decían: “¿truco o trato?”. En La Palma me relataban que los componentes de la cuadrilla aguilandera visitaban en estos días de culto y recuerdo a los difuntos algunas casas del pueblo cantando pasodobles, rancheras y canciones de moda para ser obsequiados con los productos anteriormente enumerados.
El choto diabólico
Las salidas nocturnas era muy poco recomendables debido al posible encuentro con las ánimas malévolas bajo apariencias diversas como lluecas seguidas de polluelos, ovillos de lana que rulaban por los caminos solitarios y el encuentro con un chotico misterioso. Nos han contado en numerosas poblaciones del Campo de Cartagena que un mozo regresaba de galantear, desobedeciendo dicho tabú de la tribu. Nos daban nombres y apellidos. Se encontró en mitad del camino un choto pequeño y se lo echó al hombro para llevarlo a su casa, criarlo y beneficiarse de su carne. Conforme andaba notaba que le pesaba más y más, observando que las patas del choto habían crecido anormalmente ya que las arrastraba por el suelo. Giró el muchacho su cabeza y el choto le habló mostrándole unos enormes colmillos: “¡Mira que dientes más bonicos tengo!” Era el Diablo, en su forma de macho cabrío. Ahora la Iglesia Católica inicia una campaña contra Halloween por considerarlo un festejo relacionado con la muerte, la violencia y los ritos satánicos.
Tradición degenerada
Halloween es una milenaria celebración celta que los emigrantes irlandeses llevaron a Estados Unidos a mitad del siglo XIX y que ha ido derivando en un festival de sangre y vísceras, una caricatura de sí mismo, un negocio muy lucrativo para televisiones y hoteles casas del terror donde pasar la noche en una cama que simula la de la niña de la película El Exorcista o recibir los ataques de Freddy Krueger. Los celtas creían en el regreso de las almas a la tierra en el comienzo del invierno, pero volvían las almas buenas y las malas. A las buenas, que eran las de los antepasados, les dejaban alimentos en el hogar y el fuego encendido, pero a las ánimas de los que habían sido en vida asesinos o ladrones las ahuyentaban colocando en la puerta de la casa calaveras y huesos de animales. Se dice que la calabaza iluminada simula un cráneo y por tanto cumple una función profiláctica frente a mal. Otros dicen que se les ofrecía alimentos en las puertas a los malos espíritus para calmarlos y que no molestaran a los de la casa, costumbre que ha derivado en el ofrecimiento de caramelos y chucherías a los niños disfrazados de monstruos o brujas. Hay autores que relacionan la costumbre con ofrendas realizadas por los antiguos druidas para aplacar a los espíritus, otros comentan que el típico regalo o travesura de los niños del Halloween procede de los campesinos irlandeses que solicitaban de casa en casa una dádiva para tranquilizar a las almas traviesas y malévolas que podían perjudicar las cosechas.
JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
Charla a los alumnos del I.E.S. Carthago Spartaria I. |
Charla a los alumnos del I.E.S. Carthago Spartaria II. |
Degustación de tostones al finalizar la charla. |
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