Existió un arzobispo de Myra, en Asía Menor, actual Turquía, llamado San Nicolás que murió el 6 de diciembre del año 342 o 343. Casi un niño, a la muerte de sus ricos padres, repartió sus riquezas entre los pobres y se ordenó sacerdote. Muy joven fue nombrado obispo por lo que se le conoció como el niño obispo, por esto, y por su amor a los más pequeños, beneficiarios de su fortuna personal. Se le atribuyen diversas leyendas y milagros como la resurrección de tres hermanos muy jóvenes asesinados a manos del dueño de la posada donde se hospedaban con la intención de robarles sus ricas pertenencias.
El celo con que protegía a los niños le hizo ser el candidato ideal para que la Iglesia lo declararse santo patrón de la infancia, máxime en unas épocas en que los más pequeños no gozaban de ningún derecho. De tal manera que en las catedrales de la Europa medieval fueron sonadas las llamadas fiestas del obispillo, el 6 de diciembre, día de San Nicolás. También en la catedral de nuestra Diócesis se celebraba una singular liturgia que consistía en que un niño cantor del coro o un monaguillo ejercía por un día de obispo, presidiendo una eucaristía en exceso festiva, pronunciando incluso la homilía, aunque no consagraba. Los restos de San Nicolás fueron robados de la catedral de Myra por unos marineros que los trasladaron a la ciudad italiana de Bari, depositados allí en el año 1087.
El celo con que protegía a los niños le hizo ser el candidato ideal para que la Iglesia lo declararse santo patrón de la infancia, máxime en unas épocas en que los más pequeños no gozaban de ningún derecho. De tal manera que en las catedrales de la Europa medieval fueron sonadas las llamadas fiestas del obispillo, el 6 de diciembre, día de San Nicolás. También en la catedral de nuestra Diócesis se celebraba una singular liturgia que consistía en que un niño cantor del coro o un monaguillo ejercía por un día de obispo, presidiendo una eucaristía en exceso festiva, pronunciando incluso la homilía, aunque no consagraba. Los restos de San Nicolás fueron robados de la catedral de Myra por unos marineros que los trasladaron a la ciudad italiana de Bari, depositados allí en el año 1087.
Fuente: Diario La Verdad.
Autor: José Sánchez Conesa.
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