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miércoles, 25 de mayo de 2011

El Tío del Saco: Marín, rey de los troveros.

Pasó buena parte de su vida en La Unión, residió en Las Lomas de El Algar y más tarde en el barrio cartagenero de Los Molinos, llamado posteriormente Barrio de Peral, donde falleció en 1936. Había nacido en La Palma en 1865, sus antepasados eran de allí y de la vecina Pozo Estrecho. José María Marín Martínez era, como estamos comprobando, hijo del Campo de Cartagena. Su trayectoria vital y artística le constituye en prototipo de ingenioso, tal y como reflejan numerosas situaciones a las que tuvo que enfrentarse, pertrechado con su agudo juicio y su enorme capacidad improvisadora. Aunque muchas anécdotas forman parte de su leyenda ya que no han tenido una certificación histórica.

Pronto despertó en él su afición a la lectura siguiendo a Lope de Vega, Quevedo, Zorrilla o Bécquer. «En cuna humilde nací/ mi escuela el trabajo fue/ lo poco o mucho que sé/ trabajando lo aprendí». Se dice que a los doce años entró a la mina donde debió conocer el arte de la improvisación que tan a gala llevaban los almerienses. Muchos de ellos comenzaron a desplazarse, mediados del siglo XIX, desde sus pueblos hasta la ciudad minera y cantaora cuando se iban agotando los filones de Gádor o Almagrera. Pero en nuestra comarca tenemos testimonios que indican que el verso improvisado y cantado se practicaba desde antaño, como recoge el novelista Ginés Campillo de Bayle en su obra 'Gustos y disgustos del Lentiscar de Cartagena', publicada en 1691. Los mozos repentizan coplas para galantear con las muchachas que presiden una carrera de cintas a caballo en un lugar de aquella geografía que bien pudieran ser las inmediaciones de La Puebla.

El gran rival de Marín fue, precisamente, el almeriense Castillo. Lo vemos en esta modalidad de verso 'cortao' en la que los dos repentistas construyen una quintilla:

- Marín: «Ya hemos bebido, Castillo».
- Castillo: «Ya puedes pagar, Marín».
- Marín.- «Vacío llevo el bolsillo».
- Castillo: «Lo mismo me pasa a mí».
- Marín. «Esto va de pillo a pillo».
- Castillo: «Pillo, no te acordarás».
- Marín: «Cuando de almorzar te di».
- Castillo: «Teniendo yo que pagar».
- Marín: «Pidiéndome un duro a mí».
- Castillo: «Que me lo debías de atrás».

Con Manuel Tortosa 'El Minero' sostuvo una larga lucha poética, auténtico debate ideológico, en la llamada Velada Social de Portmán. Unos autores apuntan al 1913 como año del evento, otros al 1905. Al Minero, anarquista, correspondió defender al proletariado, mientras que Marín se encargaba de hacer lo propio con los burgueses. La lucha de clases en verso.

Actuó en San Pedro del Pinatar y hasta allí acudió, desde su cercana finca de recreo, el poeta Ramón de Campoamor para conocer al rey de los troveros. Ángel Roca ha escrito que se produjo este diálogo:

Campoamor: Me han dicho que vertéis perlas.
Marín: Perlas que no son de cobre, más como las vierte un pobre nadie quiere recogerlas.

En cierta ocasión el sereno le advirtió de que era de noche y había dejado de par en par la puerta de su casa. La réplica del genio no se hizo esperar: «El espíritu en un hilo/ tiene el que guarde un caudal; / en cambio duerme tranquilo, / con puerta abierta en su asilo, / el que no tiene un real».
No soportaba a los pretenciosos que se las daban de buenos troveros, sin respeto a las leyes de la métrica. Esto les dedicó a un padre y un hijo fanfarrones: «La copla que les dirijo/ pienso que bien no les cuadre, / pero desde luego es fijo: / Si tonto y medio es el padre, /tres veces tonto es el hijo».

Esa fue la gran aportación marinesca a la historia del trovo, el rigor y la perfección formal del que adolecía este arte popular. Pongamos un ejemplo de Pedro Segura 'El Morato', otro almeriense natural de Vera o de Antas, según opiniones. Morato era trovero, guión de cuadrilla y cantaor artífice de los primigenios estilos mineros pues contribuyó a transformar el folclório fandango de Las Alpujarras en tarantos y tarantas ya flamencas. La copla del Morato dice así: «Antiayer juí al teatro/ y vide a la emperatriz, / platiqué con ella un rato/ y me dijo la infeliz: / Pa cantar bien, El Morato». La tradición oral dice que llegaron a enfrentarse un joven Marín y un maduro Morato, venciendo el primero. No sabemos si fue cierto pero sería una buena metáfora de que los tiempos estaban cambiando y en el Campo de Cartagena irrumpía un arte con pretensiones cultas, superador del primitivo folklorismo. Aún hoy día los troveros almerienses reconocen y admiran la superioridad formal de los nuestros. También se suman a esta apreciación los payadores, troveros o verseadores de toda la América Central y del Sur. Todo ello porque Marín tuvo como norte a los poetas cultos, pudiéndose apreciar en su obra oral numerosas citas a la mitología clásica y a la historia de la literatura.

Lo expresó certeramente el desaparecido folclorista murciano Luis Federico Viudes: «El merito de Marín consiste en haber popularizado un arte culto, al tiempo que culturizaba un arte popular».

Fuente: Diario La Verdad.

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